
Los lugareños no habían visto en Necoclí tal cantidad de migrantes. Se trata de un pueblo turístico y pesquero en el que resaltan unos cuantos edificios de apenas tres pisos, que suelen ser hoteles. La alcaldía local declaró estado de “calamidad pública” por la escasez de agua como consecuencia de la alta demanda en el servicio por parte de los lugareños, visitantes y la población migrante.
El inusual flujo de migrantes en Necoclí ha hecho que las autoridades colombianas pongan sus ojos en la población. El defensor del pueblo, Carlos Camargo, visitó el jueves el muelle en el que salen las embarcaciones para verificar la situación humanitaria de los migrantes que calcula en 15.000 personas.
“Hago un llamado a mis pares en distintos países para que adelantemos acciones conjuntas que nos permitan enfrentar el problema”, dijo a The Associated Press.
Las autoridades coinciden en que hay problemas en el transporte y un aumento en el flujo de migrantes: son más las personas que llegan, 1.500 cada día, que las que se van, un promedio de 750. Para explicar el fenómeno, el director de Migración Colombia, Juan Francisco Espinosa, dijo el miércoles a la prensa que se debe a “decisiones de comunidades de bloquear el transporte al interior del Golfo de Urabá (donde se encuentra Necoclí)”, sin especificar las razones de tales decisiones.

En tres semanas, La Reina, una aldea en las montañas del occidente de Honduras, soportó dos diluvios de proporciones bíblicas.
Durante los cuatro días que Iota martilleó la comunidad, sus habitantes no dejaron de vigilar la ladera que se erguía amenazante sobre las 300 casas. Buscaban señales que indicaran el momento de huir. Algunos lo hicieron apenas cesó la lluvia y comenzó a agrietarse el suelo. Iván Varela resistió todo lo que pudo tratando de proteger las siete casas construidas junto a sus hermanos con el dinero ganado en Estados Unidos.
Aquella última noche, mientras sus padres rezaban el rosario, Varela tuvo que disparar al aire para advertir a quienes comenzaban a saquear las casas de quienes ya habían evacuado la aldea. Cuando notó que la tierra temblaba y bajo sus pies manaba el agua, llamó a su hermano en Florida.
- “Se va la aldea, René. Lo perdemos todo”.
- “Lo material se trabaja de nuevo, lo importante es que se salven, váyanse de ahí”.
Esta historia es parte de una serie, Después del Diluvio, producida con apoyo del Pulitzer Center on Crisis Reporting.
Varela escondió sus herramientas de trabajo con la esperanza de poder recuperarlas algún día. Soltó a las gallinas y al perro y se sumó al éxodo de La Reina.

Sólo en las 24 horas antes del miércoles cayeron más de 30 centímetros (11,8 pulgadas) de agua sobre los campamentos del distrito de Cox’s Bazar, donde viven más de 800.000 rohinyas, según la agencia de refugiados de Naciones Unidas. Eso es casi la lluvia media de todo julio en un solo día, y se esperaban más aguaceros en los próximos días. A la temporada del monzón le quedaban aún tres meses más.
“La situación se ve agravada por la pandemia del COVID-19. En este momento hay un estricto confinamiento nacional en respuesta al aumento de los casos en todo el país”, dijo la agencia.
La organización lamentó la muerte de seis personas en los campamentos esta semana, cinco en un alud de tierra provocado por la lluvia y un niño que se vio arrastrado por las crecidas.
Más de 12.000 refugiados se vieron afectados por las fuertes lluvias y se estimaba que 2.500 alojamientos resultaron dañados o destruidos, según los reportes iniciales del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Más de 5.000 refugiados han sido reubicados de forma temporal en las chozas de otros familiares o en instalaciones comunales, indicó la agencia en un comunicado.
Los refugiados dijeron que estaban teniendo problemas para comer o beber de forma adecuada.
“Debido a las lluvias constantes de los últimos cuatro días, hoy mi casa está llena de agua”, dijo Khatija Begum, que tiene cinco hijos. “Ni siquiera podemos comer”. Begum dijo temer que sus hijos se ahogaran y murieran mientras dormían.

Muchos de ellos, con niños en brazos, esperaban el miércoles un turno para comprar por 50 dólares los escasos boletos en las embarcaciones —propiedad de una sola empresa de turismo-- que los llevarían hasta Capurganá, un corregimiento (división administrativa) de Acandí, el pueblo donde inicia la travesía por el Tapón del Darién. Sólo 750 personas lograron embarcar.
La situación en Necoclí —ubicado en Antioquia, en el noroeste del país— se empezó a salir de control desde hace semanas. Primero se acumularon cientos de migrantes y luego fueron miles. Las autoridades han dado varias explicaciones. La Defensoría del Pueblo dijo el martes en un comunicado que las lanchas no han podido salir “debido a factores climáticos”, sin especificar cuáles, lo que ha ocasionado represamientos.
Por su parte, César Zúñiga, director de la Unidad de Gestión del Riesgo y Desastres de Necoclí, le dijo a la AP que en las últimas seis semanas el número de migrantes que ha llegado al pueblo ha sido mayor que el que ha seguido su tránsito.
“Se nos han estado acumulando personas debido a la incapacidad logística y operativa de la empresa transportadora, ya que ellos solamente pueden transportar alrededor de 750 personas diarias, pero en la noche nos llegan alrededor de 1.000 o 1.300... Además, ellos no operan los fines de semana, lo que también nos aumenta el número de migrantes”, agregó.

El ayatolá Alí Jamenei hizo estas declaraciones en momentos que su protegido, el presidente electo intransigente Ebrahim Raisi, se dispone a prestar juramento la semana entrante como jefe del gobierno civil.
Raisi ha dicho que quiere regresar al acuerdo, bajo el cual se pusieron límites al enriquecimiento de uranio por Irán a cambio de levantar las sanciones económicas, Jamenei aparentemente abogó en sus declaraciones por un enfoque más antagónico. También pareció criticar la ingenuidad del gobierno del presidente saliente Hassan Ruhani por la manera de llegar al acuerdo de 2015.
“Los demás deberían aprovechar sus experiencias. Esta experiencia es la desconfianza en Occidente”, dijo Jamenei en un discurso trasmitido por la televisión estatal. “En este gobierno, se demostró que la confianza en Occidente no funciona”.
Añadió que “los occidentales no nos ayudan, nos atacan donde puedan”.
El Departamento de Estado estadounidense no respondió de inmediato a un pedido de declaraciones. Días atrás, el gobierno del presidente Joe Biden criticó a Irán por decir que Estados Unidos había demorado un acuerdo de intercambio de prisioneros, calificándolo de “intento indignante de desviar las culpas por el impasse actual”.
La vocera de la cancillería francesa, Agnes Von Der Muhll, dijo a la prensa elunes que Irán debe regresar urgentemente a la mesa de negociaciones”.
“A través de sus acciones, Irán sigue exacerbando la situación nuclear”, dijo. “Si continúa por este camino, no solo demorará el momento en que se podría llegar a un acuerdo para levantar las sanciones sino que podría comprometer la posibilidad misma de llegar al final de las conversaciones de Viena y restaurar” el acuerdo.