
El último estallido de violencia en Oriente Medio ha calado más en territorio israelí que ningún otro desde la intifada, o levantamiento, de 2000. Turbas árabes e israelíes campan por las calles, golpeando salvajemente a la gente e incendiando autos, y los vuelos al principal aeropuerto del país se han cancelado o desviado.
Las últimas tres guerras entre Israel y Hamas, el grupo militante que gobierna Gaza, se limitaron en gran medida al empobrecido y bloqueado territorio palestino y a las comunidades israelíes fronterizas. Pero esta nueva ronda de combates, que como la intifada comenzó en Jerusalén, parece estar extendiéndose y sacudiendo todo el país.
El Eid al-Fitr, que marca el final del mes de ayuno diurno, suele ser una festividad en la que las familias compran ropa nueva y celebran grandes banquetes.
Pero los residentes en Gaza se preparaban para una mayor devastación mientras los insurgentes disparan una ronda de proyectiles tras otra e Israel efectúa potentes ataques aéreos que llenan el cielo de columnas de humo. Desde que comenzó el lanzamiento de cohetes el lunes, Israel ha derribado dos edificios de departamentos de gran altura que albergaban instalaciones de Hamas tras pedir a los civiles que los evacuasen.

La Cruz Roja advirtió que el incremento está llevando a hospitales y sistemas de salud al borde del colapso.
Siete de los 10 países que están duplicando su tasa de contagios más rápidamente están en Asia y el Pacífico, añadió el grupo. Laos tardó apenas 12 días en multiplicar por dos sus infecciones, y el número de casos confirmados en India aumentó en la misma proporción en los dos últimos meses hasta superar la barrera de los 23 millones, dijo Cruz Roja en un comunicado.
Our World in Data, un proyecto de la Universidad de Oxford, reportó más de 5,9 millones de nuevos casos de COVID-19 en Asia y el Pacífico en el plazo de dos semanas, apuntó. Se cree que las cifras oficiales de gran parte de la región están muy por debajo de las reales.

El procedimiento es riesgoso y requiere mucha práctica, pero esta médica de 31 años lo tiene más que aceitado durante el actual rebrote de casos que ha convertido las guardias generales de Buenos Aires y localidades cercanas en el primer frente de guerra contra la pandemia del nuevo coronavirus.
Hace algo más de un año, cuando el letal virus era un desconocido en Argentina, Verdino no se imaginaba que efectuaría o participaría en tantas intubaciones orotraqueales durante su turno como directora de la guardia —como se conoce a las salas de emergencia a las que llegan los pacientes y funcionan 24 horas al día— del Hospital Llavallol Dr. Norberto Raúl Piacentini de la localidad de Lomas de Zamora, a 40 kilómetros de Buenos Aires. Entonces, era una práctica ocasional.

En las últimas 24 horas se confirmaron alrededor de 370.000 positivos, para un total de más de 23 millones desde el inicio de la pandemia, explicó el Ministerio de Salud. Se cree que las cifras oficiales están muy por debajo de las reales debido a una cantidad insuficiente de pruebas de detección y registros, entre otros factores.
Las autoridades advirtieron el martes que casi el 90% de los distritos del país tienen una elevada tasa de positivos, avivando el temor a que el coronavirus se esté propagando a las zonas rurales mucho más rápido que en la primera ola el año pasado.
Los contagios se han desbordado en todo el país desde febrero, en un giro desastroso que se atribuye a variantes más contagiosas del virus así como a la decisión del gobierno de permitir grandes aglomeraciones para festivales religiosos y mítines políticos.
Aunque la cifra diaria de contagios ha dado indicios muy tempranos de estancarse, los expertos han advertido a las autoridades que no bajen la guardia. Con casi cuatro millones de casos todavía activos, los sistemas de salud siguen saturados con pocas camas vacías en hospitales y un suministro limitado de oxígeno médico y fármacos.
Muchos estados han impuesto sus propias restricciones para frenar los contagios. Telangana, en el sur, es la última región en anunciar un confinamiento de 10 días el martes. Los llamados y la presión para declarar una cuarentena a nivel nacional van en aumento.

Las escenas de personas en fiestas masivas el fin de semana, en muchos casos sin guardar distancia y sin usar mascarillas, han enfurecido a muchas personas, incluidos trabajadores de salud, y provocado una nueva disputa política. Las celebraciones en la calle se llevaron a cabo cuando terminó el estado de emergencia, una ley nacional que permitió que las autoridades tomaran medidas severas para prevenir los contagios, como prohibir viajes, imponer toques de queda nocturnos y restringir las reuniones sociales.
Fernando Simón, quien dirige el centro de coordinación de emergencias sanitarias del Ministerio de Sanidad, dijo que no podía pronosticar cómo se desarrollará la tasa de contagios después de las eufóricas escenas.
“Hasta hace dos días, hubiese dicho que se podía observar la tendencia descendente de los últimos días. Ahora mismo no lo sé. No sé, ni yo ni nadie en España, qué va a pasar”, declaró Simón el lunes.
Simón consideró un fracaso personal el no haber podido transmitir a las personas la urgencia de ser cautelosos, pero también responsabilizó a los miembros de la prensa y a los políticos que convirtieron el fin de las restricciones en una celebración.