
Biden aconsejó a los escépticos que se abstuvieran de juzgar hasta que un estado con una gran cantidad de votantes negros, el distrito electoral demócrata más confiable, tuviera la oportunidad de opinar.
“Con demasiada frecuencia se ha dado por sentado su lealtad, su compromiso, su apoyo a este partido”, dijo. “Les doy mi palabra como Biden de que nunca, nunca, nunca lo haré”.
Los votantes negros cumplieron, dieron la vuelta a la contienda demócrata y enviaron a Biden camino a la Casa Blanca.
A un año de su presidencia, Biden espera mantener el apoyo de los votantes negros, a pesar de que no ha cumplido con algunos, temas dejando a algunos leales desanimados.
Solo 6 de cada 10 estadounidenses negros aprobaron a Biden en una encuesta reciente de The Associated Press-NORC Center for Public Affairs Research, frente a casi 9 de cada 10 en las encuestas realizadas durante los primeros seis meses de su presidencia.
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Hay más estadounidenses que desaprueban la labor de Biden que a favor, un 56% frente a un 43%. En este momento, apenas el 28% de los estadounidenses quieren que Biden se presente a la reelección en 2024, incluidos el 48% de los demócratas.
Cuando se le preguntó el miércoles en una conferencia de prensa sobre su baja popularidad, Biden respondió: “No me creo los sondeos”.
Es un fuerte contraste con el inicio de su mandato.
En julio, el 59% de los estadounidenses dijo aprobar la labor de Biden en un sondeo de AP-NORC. Su índice de popularidad cayó al 50% para septiembre, tras la caótica y violenta retirada militar estadounidense de Afganistán y en medio de un auge de los contagios de coronavirus y de los problemas del gobierno para aprobar medidas económicas, fiscales y de infraestructuras en el Congreso.
La última encuesta muestra que la confianza de los estadounidenses en la gestión de Biden en la pandemia -considerada como un punto fuerte al principio de su presidencia- se ha erosionado más conforme la variante ómicron pone a prueba al sistema de salud y agota aún más a un electorado que confiaba en que la vida se hubiera acercado más a la normalidad para estas fechas.
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La vicepresidenta Kamala Harris, a quien Biden designó en junio como punta de lanza en la campaña para lograr los cambios en las leyes al derecho al voto, no estuvo presente.
Ni la secretaria de Prensa de la Casa Blanca Jen Psaki ni los colaboradores de Harris tenían una respuesta clara la pregunta de por qué la vicepresidenta no acompañó a Biden a ese encuentro.
Fue un nuevo ejemplo de las dificultades que ha enfrentado Harris en su primer año en el cargo, periodo en el que ha tenido problemas para definir su rol.
Harris ha tenido que lidiar con una creciente agenda de complicadas tareas, ha tenido que responder a preguntas sobre su relación con el presidente y se ha enfrentado a lo que, según sus aliados, es un escrutinio sin precedentes para una vicepresidenta — sin el respaldo adecuado de la Casa Blanca, según algunos.
Y lo ha hecho en medio de una crisis provocada por la pandemia de coronavirus y con el deber de actuar como el voto del desempate en un Senado dividido exactamente por la mitad, lo cual limita su capacidad para viajar fuera de Washington.

En una conferencia de prensa para conmemorar su primer año en el cargo, Biden señaló que una “incursión menor” produciría una respuesta de menor magnitud. Posteriormente intentó aclarar que se refería a medidas no militares, como un ciberataque, al que se respondería con reciprocidad, y que si las fuerzas rusas cruzan la frontera con Ucrania y matan soldados ucranianos “eso lo cambia todo”.
Sin embargo, los comentarios también dejaron entrever el desafío de mantener a Estados Unidos y a sus aliados de la OTAN en sintonía en cuanto a su respuesta a Rusia. Al explicar su declaración de una incursión menor, dijo que “es muy importante que mantengamos a todos en la OTAN en una posición unificada”.
La conferencia de prensa se llevó a cabo en un momento crítico en Europa, pues Rusia ha desplegado a 100.000 soldados cerca de la frontera con Ucrania y una serie de conversaciones en Europa la semana pasada no lograron aminorar las tensiones.
El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, se reunirá el viernes con el canciller ruso Serguei Lavrov en Ginebra. Blinken se entrevistó el miércoles con el presidente ucraniano Volodímir Zelenski en Kiev, y el jueves partirá a Berlín para conversaciones con aliados.
Biden reiteró que no cree que Putin haya tomado una decisión final en cuanto a la invasión, pero “mi conjetura es que invadirá”.

Pero otras seguían en proceso o dependían de acciones del Congreso. Eso era especialmente cierto en sus promesas para reformar el sistema de inmigración del país, donde Biden se veía atrapado entre las demandas de su base demócrata y votantes latinos y la realidad de un brusco aumento de las llegadas de migrantes a Estados Unidos.
A continuación, un vistazo a cómo marchan algunas de las promesas clave de Biden en su primer año:
COVID-19
— Alcanzar algo de normalidad para la Navidad de 2021.
Incumplido. Las variantes delta y después ómicron provocaron nuevos récords de contagios, picos de hospitalizaciones, cierres de negocios y desabastecimiento de productos en todo el país durante las fiestas.
— Proporcionar mil millones de pruebas diagnósticas caseras a los estadounidenses.
En progreso. Biden prometió en diciembre proporcionar 500 millones de pruebas rápidas en medio de un brote de la contagiosa variante ómicron, y la semana pasada anunció planes de distribuir otros 500 millones de pruebas. El sitio web de distribución se lanza el miércoles.