
La propuesta estaba en un documento de trabajo publicado el lunes, en preparación de una cumbre de obispos sudamericanos en la Amazonía convocada para octubre.
El documento, preparado por el Vaticano basándose en propuestas de la región, afirma que el celibato es un don para la Iglesia. Pero sugiere que la institución estudie “la posibilidad de la ordenación de sacerdotes para hombres mayores, preferiblemente indígenas y respetados y aceptados por sus comunidades, incluso si tienen familias estables, para las zonas más remotas de la región”.
La idea de la ordenación de los llamados viri probati _los hombres casados que prueban su virtud_ ha rondado durante décadas en el Vaticano para afrontar una escasez de sacerdotes y una disminución en la vocación en general. Pero ha vuelto a llamar la atención bajo el papado de Francisco, el primer papa latinoamericano, gracias a su familiaridad con los desafíos que enfrentan las iglesias en la Amazonía.
La reunión que se llevará a cabo del 6 al 27 de octubre sobre las necesidades sacramentales y ambientales de la Amazonía juntará a sacerdotes de Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana Francesa, Guyana, Perú, Surinam y Venezuela.

El Instituto Nacional de Migración (INM) informó del despliegue de 1.000 agentes en el norte y sur del país en momentos en que México enfrenta una mayor presión por parte de Estados Unidos para reducir el número de migrantes, en su mayoría centroamericanos, que atraviesan su territorio. México planea contar el martes con 6.000 elementos de la Guardia Nacional en su frontera con Guatemala.
The Associated Press presenció a alrededor de 10 soldados armados en un puesto de revisión cerca de Ciudad Cuauhtémoc en el estado de Chiapas. Los elementos portaban brazaletes negros que los identificaban como miembros de la Guardia Nacional. El personal castrense detuvo vehículos para que los agentes de migración revisaran identificaciones y retiraran a los pasajeros que no portaran documentos. En otro retén, apenas al norte de Comitán _ también en Chiapas _ más de una decena de supuestos miembros de la Guardia Nacional patrullaban caminos rurales, ocultos entre la lluvia y la oscuridad, en busca de migrantes y traficantes de personas.

Cansada y sedienta, formó una extensa cola para presentar su cédula de identidad en la agencia migratoria peruana.
Como Betania, miles de venezolanos libran una carrera contra el tiempo para ingresar a Perú poco antes del endurecimiento de las reglas migratorias que exigirán pasaporte y visa humanitaria.
Betania sabía que tenía que enfrentarse a la incertidumbre en un país donde no tiene a nadie.
“Yo me voy de la mano de Dios”, dijo a The Associated Press la madre soltera de 26 años que partió de la ciudad de Barinas hace una semana y en un enloquecido viaje cruzó Colombia y Ecuador donde, afirmó, le robaron su equipaje, y la maldijeron y escupieron por ser venezolana.
Caminas por carreteras, duermes en la calle, “estás expuesto a que te roben, a que te violen sexualmente, a mí no me pasó eso porque Dios sabe lo que está pasando en Venezuela, pues”, dijo la mujer que trabajaba de empleada de limpieza en un local del ministerio de Salud venezolano en Barinas. No todo fue malo, también recordó que otros colombianos de buen corazón le regalaron una manta y una caja de jugos artificiales para sus hijos Xiomara, de un año y Emmanuel, de ocho.

A medida que el cielo se iluminaba, otro hombre condujo un enorme tractor azul a través de las fangosas aguas hacia Guatemala con un aspersor en la espalda. Poco después, un hombre y un niño cruzaron a lomos de un caballo, seguidos de un hombre que llevaba en la mano sus sandalias y pantalones para evitar que se mojaran.
Imágenes como esas forman parte de la vida diaria en el poblado de Frontera Hidalgo, México, limítrofe con Guatemala, donde no sólo los migrantes cruzan el río, sino también los locales para los que la frontera es sólo un punto más en la cartografía a ser ignorado cuando se trata de ir a trabajar o comprar.
México anunció recientemente que desplegará a 6.000 elementos de una policía militarizada aún en formación, conocida como la Guardia Nacional, en la frontera sur para realizar labores de control de la inmigración como parte de un acuerdo con Washington para evitar la amenaza del presidente estadounidense Donald Trump de imponer aranceles a las importaciones procedentes de México.
Pero los habitantes del lugar pronostican que la medida no podrá frenar el incremento de migrantes, en su mayoría centroamericanos, que cruzan la notoriamente porosa frontera en su trayecto hacia Estados Unidos, aunque sí podría obligarlos a recurrir a traficantes y a lugares más peligrosos para cruzar, además de alterar un estilo de vida que ha perdurado por generaciones.

Mientras muchos de sus vecinos se sientan en la oscuridad esperando a que la luz vuelva a encenderse, este profesor universitario carga su celular y califica trabajos de sus alumnos en su laptop. La comida en su refrigerador se mantiene fría, y sistema de aire acondicionado está en marcha.
“Los decibelios de ruido son altos, muy altos”, comentó Bríñez, hablando por encima del ruido de tres motores de gas. “Pero no nos queda de otra, o tenemos ruido o no tenemos electricidad”.
Conforme se agrava la crisis en Venezuela, la venta de generadores eléctricos es uno de los pocos sectores que crecen en la otrora rica nación petrolera, cuyos residentes tratan de sobrevivir pese al colapso de los servicios públicos.
Millones de personas pobres viven a merced de la inestable red eléctrica venezolana, pero los ciudadanos de clase media y alta capaces de reunir unos cientos de dólares están comprando generadores de emergencia en un intento de recuperar una vida corriente.