El Conjuro3El universo de “The Conjuring” (“El conjuro”) demuestra que puede estar llegando a sus límites espeluznantes cuando en la más reciente película un demonio emerge, entre todas las cosas posibles, de una cama de agua.
Que un elemento tan ligado a la vida suburbana de los 80 pueda ser hogar del engendro de Satanás podría pasarse en cualquier otra película, pero no aquí.
Esta amable franquicia tiene que ver con cosas atemporales y aterradoras: columpios que se mueven misteriosamente, juguetes de batería que se encienden de repente, pomos de las puertas que traquetean. Así que con la cama de agua quizás fueron demasiado lejos. ¿Que sigue? ¿Un frisbee demoníaco? ¿Un cubo de Rubik maldito?
Es una señal de que, si bien la franquicia avanza sin cesar, quizás las películas no puedan seguir el ritmo del mundo real, donde el álgebra del miedo es ahora más difícil. Casi 600.000 personas en Estados Unidos han muerto a causa de una plaga asesina transmitida por aire y Warner Brothers cree que puede aterrorizar a aquellos que sobrevivimos, ahora sentados en cines con tapabocas, socialmente distanciados y ligeramente paranoicos, ¿con un demonio en una cama de agua?
“The Conjuring: The Devil Made Me Do It” (“El conjuro 3: El diablo me obligó a hacerlo”) es una buena entrega pero en una franquicia cada vez más chirriante, apropiada para películas que adoran el sonido de los pisos de madera podrida. Se inclina hacia el terror de la vieja escuela sin realmente avanzar la presunción o aumentar el factor de miedo. Sus reglas son cada vez más predecibles.
Patrick Wilson y Vera Farmiga están de vuelta como Ed y Lorraine Warren, un matrimonio de profesionales paranormales ​​y devotamente católicos. La última película los llevó “a uno de sus casos más diabólicos”. La nueva conduce al “descubrimiento más siniestro de su carrera”. (Apuesto a que a la cuarta la llamarán la más “perniciosa” o “siniestra”).
Basada en un juicio por asesinato de la vida real, la película comienza con un exorcismo de un niño de 8 años en el sur de Nueva Inglaterra en 1981 que catapulta al demonio dentro del niño al cuerpo de un amigo de la familia: Arne Johnson, quien luego mata a su casero. Johnson, acusado de asesinato, alega posesión demoníaca en uno de los primeros casos conocidos en los que se utilizó ese argumento como defensa.
El guion de David Leslie Johnson-McGoldrick, quien también coescribió “The Conjuring 2” (“El conjuro 2”), usa esa historia real y entonces la abre a un misterio más amplio que incluye a un adolescente desaparecido en otro estado. Los Warren deben descubrir quién está detrás y detenerlos. “Un maestro satanista no es un adversario para tomar a la ligera”, se les advierte.
El director Michael Chaves tiene una habilidad real para la inquietud, pero también podemos ver patrones: las escenas silenciosas comienzan normalmente hasta que sucede algo extraño, por ejemplo, una caja de cereal se sacude. Luego la música se vuelve ominosa y la cámara tiembla antes de la impactante aparición de una figura inquietante en una fracción de segundo.
Los seguidores de la franquicia recordarán a Elvis y a la muñeca demoníaca Annabelle, mientras que los espectadores debutantes y veteranos por igual quizás no puedan volver a escuchar “Call Me” de Blondie de la misma manera.
El universo de “Conjuring”, iniciado por el creador James Wan, ahora incluye tres películas de “Conjuring” y cintas como “Annabelle” y “Annabelle: Creation” (“Annabelle 2: La creación”), “The Nun” (“La monja”) y “Annabelle Comes Home” (“Annabelle 3: Viene a casa”).
La última película quizás pertenezca a la sala de trofeos del sótano de los Warren, aislada del presente como un polvoriento museo de artefactos. Es un lugar al que retirarse cuando se busca lo que sólo puede describirse como terror reconfortante: muchas linternas, ratas y huesos que se rompen.
Pero lean con cuidado los créditos finales y verán un recordatorio incómodo de nuestros miedos actuales: había tres oficiales para hacer cumplir las restricciones por COVID-19 en el plató. Eso nos recuerda algo lo suficientemente aterrador como para mojar la cama de verdad.
“The Conjuring: The Devil Made Me Do It”, un estreno de Warner Bros. Pictures, tiene una clasificación R (que requiere que los menores de 17 años la vean acompañados de un padre o tutor) de la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos (MPAA, según sus siglas en inglés) por “terror, violencia y algunas imágenes perturbadoras”. Duración: 120 minutos. Dos estrellas de cuatro.