ParisLE BOURGET, Francia (AP) — La región más pobre de Francia ha aumentado considerablemente la vacunación contra el COVID-19 en las últimas semanas, tras poner a funcionar clínicas temporales que inoculan a la gente cerca de sus casas y del trabajo.
El barrio multicultural de clase obrera de Seine-Saint-Denis, al norte de París, al principio tuvo problemas para hacer correr la voz sobre las vacunas entre una población con muchos inmigrantes que no hablan francés ni tienen acceso a una atención médica sostenida.
Pero ofrecer la vacuna en sitios muy visibles y de fácil acceso parece estar cambiando las cosas.
Manuela Buval, de 53 años, esperaba el viernes que su hijo adolescente se vacunase en un parque público de Le Bourget.
“Todos en el barrio vienen al parque. Ya sea cuando van a trabajar o para jugar con sus hijos”, comentó la mujer.
De no tener a mano la clínica temporal de la Cruz Roja, Mona Muhammad, de 24 años, hubiera debido dejar a sus hijos en la casa de su hermana, del otro lado de París, para ir a un gran centro de vacunaciones que hay en las afueras de la ciudad.
“Por suerte puedo vacunarme aquí, en el centro de la ciudad, mientras mis hijos juegan en el parque”, expresó.
Esta región del noreste de París, en la que una cuarta parte de sus residentes viven por debajo del nivel de pobreza, registró la tasa de mortalidad más alta del país cuando surgió el COVID-19
Estuvo por meses debajo del promedio general de vacunaciones de la nación, pero hoy se encuentra tres puntos por encima: El 71% de sus residentes ha recibido al menos la primera dosis. Aproximadamente el 57% de la población está totalmente inmunizada en Francia.
El éxito de la campaña de vacunaciones en los sectores pobres es producto de iniciativas locales. Desde junio, la Cruz Roja ha vacunado a unas 10.000 personas en clínicas temporales que instaló en toda la región.
La mayor parte de la gente que vacunó la Cruz Rojas en su centro de Le Bourget son inmigrantes, con y sin permiso de residencia.
“Los centros de vacunación son como grandes fábricas. Nosotros tenemos un enfoque más local. Nuestro objetivo es llevar las vacunas a las personas marginadas por el sistema”, explicó Roger Fontaine, presidente de la Cruz Roja de Seine-Saint-Denis.
El alcalde de Le Bourget, Jean-Baptiste Borsali, cree que el reciente anuncio del presidente francés Emmanuel Macron de que se requerirá un certificado de salud para poder realizar muchas actividades de la vida diaria hizo que subiesen los índices de vacunación en la región.
El certificado corrobora que una persona está inmunizada, se hizo una prueba que dio negativo recientemente o se recuperó del virus. Es requerido en restaurantes, bares y estadios, así como en autobuses, trenes de larga distancia y aviones. Muchos jóvenes se dieron cuenta de que el certificado es vital para poder tener una vida social.
“Notamos una gran diferencia de un día a otro”, dijo Borsali. “Muchas de las personas que vinieron a la clínica la semana pasada dijeron que el requisito del certificado los alentó a vacunarse”.
Hasta un 75% de los habitantes de la zona son inmigrantes o hijos de inmigrantes y hablan 130 idiomas. Le Bourget no es la excepción. Aquí vive una gran comunidad de Sri Lanka y muchos de sus miembros no hablan francés.
Anandarajah Rishi, de 42 años, experto en seguros y voluntario de la Cruz Roja de ascendencia esrilanquesa (Sri Lanka), tuvo que ir a la clínica durante su hora del almuerzo el viernes para hacerle de traductor a gente que no podía llenar los formularios.
“Siempre llevo mi uniforme de la Cruz Roja en el auto, por las dudas”, explicó. “En el campo de la salud, es importante que podamos hablar con la persona en su lengua madre, para generar confianza y asegurarnos de que reciben la información indicada”.
Las clíicas temporales, por otro lado, permiten inocular a personas sin permiso de residencia. El sistema de salud de Francia atiende a quienes no tienen documentos, pero no se les puede aplicar las vacunas en los centros de vacunación normales.
Fontaine se dio cuenta de la magnitud del problema cuando una persona que les llevó comida al centro de vacunación se negó a inocularse.
“Pronto nos dimos cuenta de que no tenía status legal, pero lo vacunamos de todos modos. Al día siguiente, trajo a un montón de amigos en la misma situación”, relató. “No rechazamos a nadie aquí”.
Los centros de la Cruz Roja fueron la salvación para personas que trabajan muchas horas y no pueden ir a los centros de vacunación grandes durante las horas laborables, según Borsali.
Gente como Hibach Noureddine, conductor de taxi de 50 años que dijo que no podía darse el lujo de dejar de trabajar varias horas para ir a un centro de vacunación en las afueras y esperar un largo rato para ser inoculado.
Macina Sira, empleada de limpieza cuarentona, dijo que para ella también los centros de la Cruz Roja fueron un gran alivio. “Las personas como yo, que trabajamos muchas horas y tenemos hijos, no podemos ir a los grandes centros de vacunación”, expresó. “Quedan lejos y no puedes ir con tus hijos”.

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