BSySaoPaoloSAO PAULO (AP) — Sao Paulo y Buenos Aires son dos ciudades que contrastan esta semana: la megalópolis de Brasil está cerrando parcialmente y se prepara para quizá lo peor de la pandemia de COVID-19, mientras que los habitantes de la capital de Argentina ya están saliendo a cines y restaurantes.
 
Las dos ciudades más grandes de ambos vecinos sudamericanos se encaminan por rumbos distintos, dicen los expertos, una tendencia que muestra cómo en los lugares donde se relajan las restricciones a pesar de las advertencias de los científicos se agrava la pandemia, mientras que las que mantienen las medidas de distanciamiento social pueden reabrir sus economías más pronto.
 
Sao Paulo, de casi 12 millones de habitantes, se prepara para sus dos peores semanas de la pandemia a la fecha y el creciente riesgo de que su otrora sólido sistema de salud se derrumbe, dijo el gobernador João Doria a la prensa el miércoles. Más de 75% de las camas de cuidados intensivos de la ciudad están ocupadas por pacientes con COVID-19, y algunas salas —como las del hospital privado Albert Einstein— se encuentran llenas por primera vez.
 
Doria anunció que todo el estado, de 46 millones de habitantes, enfrentará el sábado los niveles más altos de restricciones a la fecha para contener la propagación del virus. Esto implica el cierre de todos los bares, restaurantes, centros comerciales y otros establecimientos considerados no esenciales hasta por lo menos el 19 de marzo.
 
Por su parte, los casi 3 millones de habitantes de Buenos Aires están disfrutando una disminución en sus restricciones y tienen autorizado ir al a cine desde esta semana. El miércoles, según cifras oficiales, apenas el 26% de las camas de cuidados intensivos estaban ocupadas por pacientes con COVID-19. Debido a la baja tasa de hospitalización, las autoridades locales permitieron a mediados de febrero la reapertura de bares y restaurantes para que funcionen hasta las 2 de la mañana, un aspecto muy deseado en una ciudad famosa por su cultura nocturna.
 
Esto significa que los afamados restaurantes de carnes de Argentina están reencendiendo sus asadores, mientras que sus contrapartes en Sao Paulo están apagando los de ellos.
 
Los casinos de Buenos Aires también reabrieron a finales de 2020, y las autoridades sopesan si la ciudad, donde existe gran afición al fútbol, podrá regresar pronto a los estadios. En Brasil, a pesar de las exhortaciones del presidente Jair Bolsonaro para que se permita el regreso de los aficionados, ninguna autoridad local considera seriamente abrir los estadios. El NeoQuimica de 48.000 asientos, en la parte este de Sao Paulo, está siendo utilizado como centro de vacunación.
 
Sin embargo, sí hubo una buena noticia el martes en la región de Sao Paulo: el astro Pelé recibió su primera dosis de una vacuna contra el COVID-19. El exjugador de 80 años lo anunció en sus redes sociales.
 
“La pandemia no ha terminado aún. Debemos mantener la disciplina de preservar las vidas hasta que muchas personas hayan sido inmunizadas”, dijo el tricampeón mundial. “Cuando salgan por favor no olviden su mascarilla y mantengan el distanciamiento social”.
 
La recomendación de Pelé es importante, incluso un año después de que comenzó la pandemia. Bolsonaro continúa poniendo en duda la efectividad de las mascarillas.
 
Las circunstancias distintas entre ambas naciones aparentemente se han acentuado luego de las posturas opuestas de Bolsonaro y el presidente argentino Alberto Fernández en su manejo de la crisis. El mandatario brasileño ha restado importancia al peligro de la enfermedad e insiste en mantener la economía abierta, y Fernandez ha adoptado un enfoque más cauteloso.
 
Fernández impuso una de las cuarentenas más largas en el mundo de marzo a octubre, a pesar de los riesgos de dañar una economía ya en recesión.
 
En la última semana, Brasil ha registrado 25 muertes por cada millón de habitantes debido al COVID-19, casi el triple que Argentina.
 
Los problemas en Sao Paulo se agravaron después de las celebraciones furtivas del Carnaval a mediados de febrero. Aunque se cancelaron los festejos y desfiles en las calles, muchos paulistas, como se les dice a los habitantes locales, viajaron o participaron en reuniones donde los asistentes no usaban mascarillas. La ciudad declinó permitir los días de asueto que tradicionalmente se conceden durante el periodo que dura el Carnaval en un intento por desalentar que la gente hiciera fiestas.
 
Izidoro Silveira, de 34 años, se consiguió hace dos meses un empleo de camarero en una pizzería en el centro de Sao Paulo, después de estar desempleado casi un año. Está muy molesto por el inminente cierre del establecimiento.
 
“Quienes hacen entregas no saldrán perjudicados, pero yo y muchos más sí”, dijo Silveira, quien estaba angustiado al escuchar un noticiario televisivo en el que se informaba sobre el cierre. “No sé qué voy a decirle a mi esposa y a mi hija. Tengo miedo de volverme a quedar sin trabajo, aun cuando laboro en un lugar que ha adoptado todas las precauciones”.
 
No muy lejos, los cines en la Avenida Paulista, la principal de la ciudad, están vacíos. Han estado así desde que comenzó la pandemia.
 
La disminución de las restricciones en Argentina no significa que el virus esté completamente bajo control. Las cifras oficiales del miércoles mostraron 262 muertes y más de 8.700 nuevas infecciones en el país. La vacunación avanza con lentitud. Sin embargo, el panorama abrumadoramente sombrío de Sao Paulo parece ser muy distinto al ambiente en Buenos Aires.
 
Con una bolsa de palomitas en una mano y un refresco en la otra, Bautista Sundblat, de 8 años, estaba ansioso de entrar al cine en el barrio Palermo de Buenos Aires para ver “Bad Boys Forever”.
 
“Está muy emocionado”, admitió su mamá Martina. “Lo estábamos esperando hace mucho. Hay pocas funciones, pocas butacas, todo es muy cuidado. Él es muy fanático del cine. Es como volver a la normalidad, hacer cosas de todos los días. Falta, pero de a poco vamos llegando a donde queríamos”.

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