Celtics"Esta es mi teoría: si das el 100% siempre, de alguna manera las cosas acabarán saliendo bien". La frase, de Larry Bird, define perfectamente ese sentimiento intrínseco al equipo de baloncesto de Boston durante su historia. El orgullo celtic, como lo llaman algunos. Esa forma de pensar, que se ha convertido casi en el máximo filosófico por el que se guía la franquicia, ha provocado una conexión especial entre jugadores y afición y ha conseguido sacar al equipo de situaciones ignominiosas para volver a ser competitivo una y otra vez. Las ausencias de los Celtics han sido prácticamente inexistentes. Su única crisis importante va de 1992 a 2008, desde la retirada de Larry Bird hasta el anillo de Garnett, Pierce y compañía. No porque faltaran siempre a los playoffs (que faltaron) sino porque perdieron temporalmente su esencia. Se han bajado más veces de la fase final, pero nunca han sido una constante. Esos años constituyen la única mancha de un currículum que tiene más anillos que ningún otro (17) y que va ligado a la NBA, que no podría explicar su historia sin mencionar a la entidad de Massachusetts.
 
Ahora, los Celtics han vuelto, pero en realidad nunca se habían ido. Aunque algunos lo pensáramos. Tras una temporada para el olvido en la que los expertos deportivos, los aficionados y las apuestas les señalaban favoritos y que acabó en catástrofe y reformulación del proyecto, la histórica franquicia ha logrado, una vez más, rendir por encima de su nivel. Son líderes de la Conferencia Este, el equipo con mejor récord de la NBA, están imbatidos en casa y son los únicos que no han perdido más de un partido en lo que llevamos de campaña. Un inicio que no deja de ser eso, un inicio, pero que demuestra que todos los que les dábamos por muertos estábamos equivocados. No es la primera vez.
 
En Las Vegas proyectaban a los Celtics 57,5 victorias para la 2018-19 solo por detrás de los Warriors. Acabaron en 49. Este año, les dan 49,5, el octavo mejor récord de la temporada. Llevan 8 y van líderes. Es el mejor inicio de la franquicia desde la 2009-10, año en el que llegaron a las Finales de la NBA contra los Lakers. La última vez que la jugaron. El mismo que tuvieron las dos temporadas anteriores. El año pasado sin ir más lejos empezaron en un 6-3, con dudas que nunca se disiparon y con un juego coral puesto en duda en beneficio de su estrella, Kyrie Irving. La permanencia del base en la franquicia, jurada y perjurada por él mismo, nunca se dio por hecha y el culebrón finalizó con la estrella poniendo rumbo a Nueva York para jugar en los Nets junto a Kevin Durant (cuando se recupere). 
 
El matrimonio de Kyrie y los Celtics nunca llegó a funcionar y la eliminación en semifinales del Este ante los Bucks anunció a viva voz un divorcio que ya se predijo durante la campaña. "No estábamos preparados para tanto circo", dijo Jaylen Brown. Eso fue la temporada de Boston. Un circo lleno de rumores sobre la división del vestuario, el malestar de los jóvenes con el papel de Irving y unos egos que por primera vez se le escaparon de las manos a Stevens, un hombre destinado a ser el Popovich del futuro (en una Liga en la que sigue en activo el Popovich original, por cierto), pero que fue puesto en duda tras no poder gestionar una plantilla que encaraba una temporada que fue señalada desde el principio como la temporada. El cúlmen del proyecto. La salida de LeBron rumbo a los Lakers dejaba una vacante en el Este que los bostonianos habían estado a punto de ocupar con El Rey y que no pudieron conquistar sin él.
 
Danny Ainge y la construcción de una estructura sólida
La reconstrucción que se ha llevado a cabo con Stevens no habría sido posible sin una estructura sólida construida por Danny Ainge. El ex jugador, campeón de la NBA en 1984 y 1986 con los Celtics de Larry Bird, es una de las mentes más prodigiosas de la competición norteameticana. Tras retirarse como jugador tuvo una tumultuosa etapa como entrenador en unos Suns post Barkley a los que no consiguió levantar antes de darse cuenta de que su lugar estaba en los despachos. Los Celtics le contrataron en 2003, un año después de llegar a las finales del Este (que perdieron ante los Nets) el tope en esa crisis en la que estaban inmersos desde la retirada de Bird en 1992. 
 
La intención de Ainge desde el principio fue recuperar la esencia que había vivido en los 80, volver a convertir a los Celtics en equipo contender y reconciliarlos con una afición que se empezaba a cansar después de pisar los playoffs tres veces en 10 temporadas, aunque ilusionada por la final del Este disputada en 2002. Los inicios del directivo no fueron fáciles. Los problemas con el técnico Jim O'Brein, que no terminó la 2003-04 marcaron el inicio de la nueva aventura que el equipo intentaba iniciar. El proyecto no daba pasos hacia delante tras la eliminatoria ante los Nets y Ainge se centró en construir una estructura sólida que impidiera un hundimiento así de la franquicia en al futuro. Primero contratando a Doc Rivers para los banquillos, una llegada que no vio la luz hasta la 2007/08, cuando se pasó de una temporada de 24 victorias (petición de traspaso de Pierce incluida) al anillo. Y luego sentando las bases de la franquicia y pensando en el futuro. La camada formada por Garnett, Allen y Pierce era ya veterana y había que asegurar la continuidad de Boston cuando ésta llegara a su fin.
 
La oportunidad llegó en 2013, cuando Ainge aprovechó del ansia de Prójorov, nuevo dueño de los Nets, para reiniciar la franquicia. Consiguió cerrar un traspaso tan fructífero para Boston como desafortunado para los Nets. El 12 de julio, el ruso, que tenía prisa, mordió el anzuelo: Pierce (36 años) se fue con Kevin Garnett (37), un Jason Terry (casi 36) venido a menos y DJ White a Brooklyn a cambio de varios jugadores (Gerald Wallace, MarShon Brooks, Kris Humphries, Keith Bogans...) y (lo más importante) tres primeras rondas del draft (2014, 2016 y 2018) más el derecho a intercambiar la de 2017 si ese era el deseo de los verdes. Un éxito rotundo para un directivo que puso la cabeza por delante del corazón y dijo adiós a la generación (Allen se fue un año antes a los Nets) que había vuelto a conectar con la afición y había resucitado a los Celtics.
 
El papel de Stevens 
Antes de eso, Ainge trajo a Stevens a los Celtics. Un entrenador joven, natural de Indiana, que podría crecer con el equipo y aprovechar las rondas del draft para construir un nuevo proyecto. Solo hubo un año de transición, el primero. En el siguiente, Boston regresaba a playoffs. El objetivo de Ainge estaba cumplido: la estructura de la franquicia era sólida y con solo un año de ausencia los verdes seguirían reconstruyendo mientras jugaban la fase final y les llegaban rondas del draft para aumentar el nivel de la plantilla. Las más importantes, Marcus Smart (sexta posición en 2014), Jaylen Brown (tercera en 2016)y Jayson Tatum (tercera en 2017). Tres jugadores claves en el esquema actual del técnico y que sostienen a un  equipo mientras han visto pasar a otras selecciones como Aaron Baynes o Terry Rozier, a veteranos como Al Horford o a estrellas como Isaiah Thomas. Y a Kyrie, por supuesto. 
 
Stevens ha mejorado al equipo cada año hasta tocar las finales del Este durante dos temporadas consecutivas (2017 y 2018). El tope, la segunda de ellas, en la que llegaron al séptimo partido de las finales del Este ante LeBron. A un paso de las Finales. La inabarcable sombra del alero y una pájara procedente de la inexperiencia impidieron que regresaran a las Finales por primera vez desde el 2010. Parecía que la semilla estaba plantada y que con Kyrie (que esa temproada no jugó los playoffs por lesión) y Hayward (cayó en el primer partido) el anillo estaba en su mano. Solo Horford puso cordura en pretemporada para decir que ganar no era fácil. Antes o después, todos se dan cuenta: nunca lo es. Por primera vez, el proyecto no veía progresión y los Celtics caían. Hubo quién los dio por muertos. Los que pusieron en duda el proyecto. Pero se olvidaron, nos olvidamos, de que la estructura estaba construida y que era sólida. Ainge se había encargado de levantar los pilares y Stevens de moldearlos.
 
Los nuevos Celtics 
De nuevo, Ainge hizo su magia veraniega y dejó escapar a Kyrie, al que no van a echar de menos en Boston. No pudo traer a Anthony Davis, un sueño lejano que nunca estuvo cerca de hacerse realidad, pero rescató a Kemba Walker del averno de Charlotte para que viera la luz en Massachusetts. Steven se encargaría del resto. Los Celtics, como ya hemos dicho, tienen el mejor récord de la NBA y no ganaban 8 de los primeros 9 partidos desde la 2009-10. La llegada de Kemba les ha ayudado a tener un juego más rápido y tienen un pace de 101,1, el más alto desde 1985-86 y la primera vez que pasan de 100 desde que Stevens llegó al banquillo.
 
Kemba no es Kyrie. Se ha adaptado a la idiosincrasia de la ciudad y a los jóvenes del equipo, que parecen entenderse a la perfección con él en pista. Sin Irving, los Celtics tienen un rating ofensivo de 112,2, idéntico al año pasado y uno defensivo de 102,8, el mejor de la era Stevens. Anotan más (13,4 puntos por partido por 112,4 del año pasado) y les meten menos (104 por 108). Son la tercer mejor defensa del Este y la sexta mejor de la NBA a pesar de haber perdido a Horford, su pilar en esta zona de la pista y con el que el año pasado ocuparon el quinto y el octavo puesto en esta clasificación respectivamente. Casi nada para un equipo cuyo inicio solo se puede compararse con el de la 2017-18, cuando tras dos derrotas seguidas tuvieron una racha de 16 encuentros ganados de forma consecutiva.
 
Todos mejoran sin Kyrie, algo que ya vimos la temporada pasada. Tatum está en 19 puntos (15,7 el año pasado), Bown casi en 20 (apenas 13), Smart en 11 (por 9) y Kemba, el nuevo base del equipo, en 25 tantos por partido por los 23,8 de Irving el año pasado. Mención aparte para Hayward (en 20 puntos y 7 rebotes por partido) vuya lesión no ha sido tan grande como parecía en un inicio y si todo va bien volverá en Navidades, una buena noticia para un jugador que estaba volviendo a jugar tal y como lop hacía en los Jazz, cuando fue All Star. Y todo esto con prometedoras sensaciones de Daniel Theis y Robert Williams. La rotación parece corta y puede sufrir hasta que vuelva Hayward, pero con un par de ajustes de aquí a febrero podrían ser realmente competitivos.
 
Y más. Los Celtics siguen defendiendo muy bien sin necesidad de ser los primeros en esta clasificación estadísticamente hablando. En el primer partido, único que perdieron, dejaron a Horford y Embiid en 10 de 27 en tiros de manera combinada. P.J Washinbgton y Zeller se quedaron en 3 de 14, Randle en 4 de 12, Marc Gasol en 0 de 8, Aldrige apenas intentó 4 lanzamientos (metió 1) y Porzingis y Kleber se fueron a 5 de 21. Y aun así, el partido que más demostró hasta dónde puede llegar este equipo fue contra los Bucks. Victoria en el Garden por 11 puntos con remontada incluida y con Anteto anulado. Porque sí, el griego hizo 22 puntos y 14 rebotes, pero impidieron que penetrara durante gran parte del choque y le obligaban a lanzar en suspensión (no es su mejor arma) o a dar pases arriesgados (tampoco lo es). ¿Qué pasaría en una serie a 7 partidos contra Milwaukee) Es difícil de decir ahora mismo, pero sería arriesgado conceder a los de Budenholzer el cartel de favoritos. 
 
¿Y Kyrie?
Está en Brooklyn, liderando a un equipo que el año pasado pisó los playoffs y salió del pozo a un pobre récord de 4-6 y con no muy buenas sensaciones. El base sigue con su fama de problemático y sus bandazos emocionales ya han hecho mella en unos Nets en los que ha habido tímidos rumores sobre el aislamiento del base y su extraño comportamiento. Se viene diciendo desde hace tiempo que no está preparado para liderar una franquicia, que su lugar está como segunda espada... así precisamente es como ganó un anillo para El Rey. Como complemento (menudo complemento) para un LeBron que vio como anotaba un triple a falta de un minuto para el final de un histórico séptimo partido. Un tiro que significó un anillo, no lo olvidemos.
 
Hay una realidad incómoda. Los Nets tenían encauzado un proyecto y jugaban un gran baloncesto colectivo (por mucho que estuviera liderado por D'Angelo Russell) que se ha visto modificado por la llegada de Kyrie y cuyo cambio será aún mayor cuando se recupere Durant, otro hombre que necesita muchos tiros y mucho balón. Los Celtics tenían un baloncesto que tenía que adaptar a su estrella y ahora han vuelto a la esencia de Stevens, ese juego coral que ha sido el santo y seña del técnico y en el que más cómodos y competitivos se han mostrado sus pupilos. Se podría decir que ambas franquicias han llevado caminos opuestos: los Nets ahora juegan peor con Irving y los Celtics mejor sin él. Es un análisis atrevido a estas alturas de temporada (estamos empezando) pero no por ello erróneo. Hasta ahora ha sido así. Ya veremos como evoluciona.
 
Lo que sí está claro es que Kyrie nunca llegó a tener ese orgullo celtic ni esa conexión que la afición del Garden exige a sus jugadores. Ese esfuerzo que, como decía Bird, era recompensado. En Boston, sus cambios de humor acabaron hartando a muchos y no parece que le echen de menos. Nadie duda de su talento, pero tampoco de que es difícil de adaptar a un equipo. De momento, ha sido así. Irving ha iniciado una nueva aventura y buscará la redención en Nueva York, donde de momento los Nets no carburan. Los Celtics por su parte, han sido una sorpresa en un inicio que no se ha ponderado justamente y es posible que vuelvan a ser contenders en la situación en la que mejor han funcionado. Colectivamente, sin que nadie hable de ellos y, sobre todo, sin que nadie cuente con ellos. Ya veremos cómo se desarrolla la temporada. De momento, están ahí, en lo más alto. Quién lo diría...

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